Oremos juntos
A Jesús crucificadoHeme aquí, oh mi amado y buen Jesús, que, postrado ante tu santísima presencia, te ruego con el mayor fervor que imprimas en mi corazón los más vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, de dolor de mis pecados y propósito de jamás ofenderte, mientras que yo, lleno de amor y de compasión, voy considerando tus cinco llagas, comenzando por aquellas palabras que dijo de ti el rey David: “Han taladrado mis manos y mis pies, se pueden contar todos mis huesos”.
Oh María, a quien Jesús confió sus primeros Sacerdotes en la persona de sus Apóstoles, y que tan justamente has sido llamada Reina del Clero y Madre de los Sacerdotes, a Ti vengo con confianza a recomendarte todos los levitas del Santuario que participarán en un grado cualquiera en las próximas Ordenaciones. Disponlos a todos para recibir dignamente la gracia de la Ordenación. Llénalos del espíritu sobrenatural de desprendimiento, y del deseo de la gloria de Dios, a medida que suban las gradas del Santuario, hasta el día en que, por su Sacerdocio, sean exclusivamente consagrados a las cosas de Dios, para santificación propia y salvación de las almas. Penétralos de los sentimientos de la Santa Iglesia, su Madre, que al llamarlos a cooperar eficazmente en el seguimiento de su Divina Misión, quiere ver en ellos, desde ahora, sus hijos más queridos, sus más puros Ministros y sus auxiliares más celosos. Dígnate, oh María, tender una mirada de la más grande ternura sobre los privilegiados del Señor, que van a ser llamados al Presbiterado; prepáralos para recibir con fervor la Unción Sacerdotal, y para asumir loas terribles responsabilidades del Sacerdocio, que sean puros, que sean santos, ellos que tendrán aquí abajo el lugar de su Divino Maestro, y deberán reflejar sus virtudes. Que marchen siempre los primeros en la vía de la santidad a fin de que, por sus ejemplos, atraigan almas a su seguimiento. Destinados por elección divina, para ofrecer el Augusto Sacrificio del Calvario, suban ellos siempre al Altar, con las disposiciones de Jesús, el Soberano Sacerdote, enciendan por su amor, y sean siempre Sacerdotes según el Corazón de Dios. Oh María, ama a los Sacerdotes, y comunícanos el amor que les tienes. AMÉN.
Dios mío, te amo con todo el corazón y sobre todas las cosas, porque eres infinitamente bueno y nuestra eterna felicidad; y por amor a ti amo a mi prójimo como a mí mismo, y perdono las ofensas recibidas. Señor, haz que te ame cada vez más. AMÉN
Te adoro, Dios mío, y te amo de todo corazón. Te doy gracias por haberme creado, hecho cristiano y conservado durante este día. Perdóname el mal que hoy he cometido Y acepta mi bien que haya podido hacer Siempre a favor de los Sacerdotes. Protégeme durante el sueño Y líbrame de todo peligro. Tu gracia esté siempre conmigo Y con todos mis seres queridos. AMÉN